martes, 28 de octubre de 2014

La presentación de la novela vista por Fernando Sánchez Resa

En fecha reciente se ha publicado en la web de SAFA de Úbeda, un artículo de Fernando Sánchez Resa sobre al publicación de la novela. http://www.aasafaubeda.com/index.php/20-acontecimientos/3499-del-desamparo-a-la-esperanza
Con el permiso del autor y mi agradecimiento, reproduzco aquí el citado artículo.

Por Fernando Sánchez Resa.
En esta memorable noche, fuimos acudiendo (con gran expectación) mucha y variada gente: familiares, compañeros, admiradores, paisanos, antiguos alumnos, amigos… al Auditorio del Hospital de Santiago para asistir al parto cultural de la primera novela de José López Ruiz. Era la segunda vez que se producía, pues el pasado mes de agosto lo hizo en su pueblo natal: Torres de Albanchez. Así es la magia de la literatura: se pueden provocar tantos partos públicos cuantos se quiera o sean necesarios. Y este libro, bien lo merece…

La presentación tuvo sumo encanto pues, Pepe, como buen profesional de la enseñanza, y juntamente con su amada familia, supieron acercarnos a su drama personal y familiar, con la excusa de esta novela, mediante un espectáculo cultural y musical de gran altura. Y sin que faltasen todos los aditamentos de las nuevas tecnologías, como el panel grande instalado junto a la mesa presidencial, donde se iban proyectando imágenes del libro, de las diferentes sinopsis, de la música en que se basaba…; y con toda la parafernalia de una presentación novedosa y con gancho, rematada con copa, aperitivos, charlas y encuentros en los jardines del patio Julio Corzo, como broche final.
La palabra y el sonido, que su autor no pudo escuchar, fue proporcionado amable y eficazmente por Carmen M.ª, su hija, para que los comprendiese y disfrutase.
El grupo musical Saxo, de Canena, amenizó la dulce espera y la firma de ejemplares con melifluas y melancólicas melodías (“Noches de blanco satén”…), salidas de la propia novela, del tiempo vivido y del gusto particular del novel autor, ya que siempre fue un gran amante de la música, de la literatura, del teatro, etc.
Los parlamentos de los intervinientes fueron redondos, bien preparados y mejor leídos por sus autores: Juan Espejo González, director de Diario Jaén, con su prosa exquisita, como lo viene demostrando en sus extensas “Crónicas de Jaén”, nos pintó el extenso currículo del autor así como el análisis de la obra que se presentaba; Juan Martínez Millán, afamado autor teatral, compañero y gran amigo (“El Lope de Vega” ubetense, que tanto le ha ayudado, en palabras de Pepe), rememorando la primera presentación en Torres de Albanchez y la valía de la obra que ese día se presentaba; la guapa y perspicaz presentadora, Carmen M.ª López González, con su gracia especial de docta maestra de ceremonias; la concejala Pepa Olmedilla, con sus amables palabras finales hacia la profesión de maestro y escritor; y, principalmente, el autor de la novela, José López Ruiz, haciéndonos su recorrido vital, emocional y sentimental de esta última etapa de su vida en la que la escritura le ha llenado grandes huecos y le ha salvado de la depresión más atroz, escribiendo largamente, cual si fuese la novela del Quijote; pero que ha debido de cortar, para conformar la novela que presentaba.
Todos nos hicieron pasar una velada muy agradable; no exenta de melancolía y nudos en la garganta, e incluso de lágrimas; especialmente, cuando Pepe, con su quebrada voz, que tan potente fue en su tiempo (como lo recordarán muchos de sus alumnos y compañeros), vino a contarnos el insalvable drama de su sordera total, donde el rugido del más inhóspito y desgarrador silencio ha sido suplido por el recuerdo y la creación de esas nuevas voces que han resonado en su prodigiosa cabeza para regalarnos esta historia novelada, en donde se encuentra reflejado el periplo de nuestra generación, en lo personal y nacional (de los que nacimos hacia la mitad de la década de los 50 del siglo pasado), poblada de personajes imaginarios y reales, adobada de músicas y amores, con una prosa de escritor de primera línea, como ha podido apreciar quien ya la ha leído… Y como sutil y gran complemento: una tripe teatralización (intercalada) de algunos de sus relatos, hecha por amigos del teatro que él tan bien ejerció (de su pueblo natal, del grupo Maranatha o de una amable compañera de magisterio) que nos hicieron pasar un rato muy agradable, poniéndonos la miel en los labios e impulsándonos para salir corriendo y, en 
esa misma noche, liarse a leerla de un tirón, pues engancha… Las dedicatorias que José López Ruiz escribe son especiales, pues además de extensas ‑la mía, ha ocupado toda una página‑, están escritas con una letra redondilla preciosa y personal, de maestro antiguo, y resumiendo toda nuestra relación amistosa y familiar con sinceras y tiernas palabras…
Pudimos comprobar todo el espíritu de superación que nuestro querido amigo Pepe ha experimentado, pues ha pasado de “pensar en morirse y amanecer en el Cielo” a encontrarse “en el Cielo y con la dulzura de la presentación de este libro”, que ha sido un gran reto para él, en el Auditorio del Hospital de Santiago, rodeado de familiares, antiguos alumnos y compañeros y amigos todos, que lo admiran por su pundonor e inteligencia, así como por su espíritu de lucha y supervivencia, que ha hecho que, por mor de esta desgracia personal (la pérdida de audición), haya sido rescatado un escritor oculto que, si la vida se le hubiese mostrado de normal modo, seguramente no hubiésemos tenido la suerte de conocer (y que es, al alimón, natural de Torres de Albánchez y de Úbeda; pues sus tres hijos nacieron en la Ciudad de los Cerros, y aquí fue donde se formó académicamente ‑en Salesianos y Safa‑ y desarrolló su alta y destacada profesionalidad como maestro y orientador). Hasta el mismo título de la novela es un crudo recordatorio de la epopeya vivida, por su autor, en propia carne…
¡Suerte, gran maestro y escritor insigne, en tus futuros proyectos literarios, que espero sean pródigos y brillantes…! En esta noche nos has dado a todos una lección de valentía y humanidad, pues la adversidad y tu mala suerte no han podido con tu férrea e inteligente voluntad.
Además de ánimo, te doy mi más sincera enhorabuena por sacar de tu caletre esta mixtura de géneros resumidos en tu primera novela: Del desamparo a la esperanza. Y como hay material más que suficiente para una nueva, gracias al ilimitado tiempo que dispones, te pido nos brindes un segundo encuentro con tu literatura más personal, ofreciéndonos La práctica de la esperanza, que seguro vas a ir ejerciendo cada día…
Úbeda, 24 de septiembre de 2014.

viernes, 3 de octubre de 2014

PRESENTACIÓN DE LA NOVELA EN ÚBEDA. HOMENAJE A LA AMISTAD

            Tras la calma que sucede a esos momentos cumbre que se presentan en la vida y darme tiempo para asimilar todo lo que supuso la presentación de la novela, quiero hacer una pequeña crónica del acto vista desde mi mirador. 
La noche del 24 de septiembre de 2014, día de la Merced, tengo que encuadrarla dentro de esas fechas que ya no se me van a olvidar: la noche de la presentación de mi novela “Del desamparo a la esperanza” en Úbeda, que yo entiendo como un homenaje a la amistad.
          Porque, superando esas absurdas expectativas aliadas de la fantasía y contrarias de lo razonable, que se le cuelan a uno por las rendijas de la lógica y del sentir con los pies en el suelo, si eso se puede, es para estar satisfecho. Reunir a tanta gente para un evento ya tan común, como alejado del gusto mayoritario, es un logro que tengo que adjudicar a la amistad. 
        Solo desde esa perspectiva se puede entender que un miércoles cualquiera, víspera de un jueves de trabajo, casi se llene el patio de butacas del Auditorio del Hospital de Santiago para la presentación de una novela cualquiera, la mía, de un autor desconocido, yo. Solo se conciben desde la amistad gestos que pueden pasar inadvertidos para otros pero no para mí, como el del amigo que tuvo que volver de una consulta inoportunamente coincidente en Granada arriesgando multas para poder estar conmigo esa noche, o aquel que hacía tanto tiempo que no veía, o aquella que tuvo que posponer su regreso a Sevilla para estar, o venir expresamente desde Jaén en autobús, o cargarse uno o una con las obligaciones familiares para que la otra o el otro pudiera asistir, o formar un bloque con casi toda la familia sin más compromiso que la amistad, u obviar achaques, cuando no importantes inconvenientes, que justificarían de sobra una ausencia, o hacer un paréntesis en su comienzo de curso universitario y hacer un viaje expresamente, o dejar sus amistades más propias de gente joven para acompañarme... 

Y como esos, montones de detalles que solo se conciben en clave de amistad. Sabía que tenía amigos pero no creía que tantos estuvieran dispuestos a demostrármelo. Porque la amistad se demuestra en momentos como estos, y un noventa y nueve por ciento de los asistentes no estaba allí porque yo fuera un gran escritor, ni por curiosidad, ni porque tuvieran ansias por hacerse con la novela; estaban por amistad, tanto hacia mi mujer y mis hijos como hacia mí. Tantos detalles como personas hubo, que se traducen en sentimientos para mí. Todos ellos se resumen en uno muy grande de gratitud que ya hice público en la presentación y quiero pregonarlo desde estas páginas.
 Empezando por el entorno, quiero agradecer a toda la Corporación Municipal, y particularizar en Pepa Olmedilla, concejala de cultura y persona asequible y amable con la que es fácil entenderse incluso para una persona sorda, por facilitarme todos los medios y dejarme el marco incomparable del Auditorio del Hospital de Santiago para la presentación. Su miedo expresado al final era mi miedo: que resultara demasiado continente. Sin embargo a ambos nos sorprendió la respuesta de mi gente dejando pocos huecos en el patio de butacas. 
Mi agradecimiento también a Juan Espejo, director del Diario Jaén, ante el que no pude evitar sentirme como aprendiz ante maestro, cuando trazó con su verbo fácil un acertado análisis de la novela que guardo como oro en paño. Además de demostrar en su intervención por qué está donde está y los premios que ha recibido por sus dotes de gran periodista y escritor, subrayo su empatía para, sin conocernos personalmente, querer acompañarme en la presentación de la novela, engrandeciendo el acto con su presencia y con sus palabras. Un amigo más de los que uno se enorgullece al leer cada una de las páginas de su nuevo libro CRONICAS DE JAÉN V, un compendio de historia cercana escrito con ánimo pedagógico y desde el amor a nuestra tierra, que estoy disfrutando tanto por lo que dice como por cómo lo dice. 

En el capítulo de agradecimientos de la novela aparece Juan Martínez, mi gran Lope de Vega de Úbeda, como yo le digo, porque es un prolífico y gran autor y director teatral ya reconocido, del que siempre he admirado su capacidad de crear y de conectar con la gente. Con él sí que es verdad que la amistad cobra tintes de mayúscula. Quise que estuviera también este día conmigo porque lo ha estado, apoyándome, desde el mismo momento en que le di a conocer mi proyecto, y la novela se ha enriquecido, sin lugar a dudas, con sus críticas y consejos. Ya no me sorprendieron tanto sus palabras pero todavía me emocionaron. Mil gracias desde aquí, Juan. 


             Desde el mismo momento en que concebimos la idea de añadir al acto unas escenas de la novela, teatralizándolas a modo de teatro leído, pensé en las personas más profesionales de ente mis amigos para proponérselo. Y los nombres surgieron de momento: Pedro Latorre, para el papel del abuelo Juan José, porque sabía que era un gran actor y amigo con el que tuve el honor de compartir escenario en otros tiempos en obras como “Marantha” y “Úbeda, dama de sueños” de nuestro querido Ramón Molina Navarrete. Luego él siguió haciéndose grande como actor.
En el papel de Soledad no encajaba del todo por su juventud Ana Carmen Ortega, pero sí en otros rasgos y, sobre todo, conocía su disposición y simpatía desde que fuera extraordinaria alumna, y su trayectoria como actriz. Sabía que podía bordar el papel, como así lo hizo.  

Otro nombre que surgió de inmediato en mi mente para el monólogo de Elvira Salido, fue el de Rosa Mari Latorre, amiga de “toa la vida de Dios”. Lo que le faltaba de profesionalidad en el ramo de la interpretación, le sobraba de desenvoltura, desparpajo y gracia, y así rayó, a la altura de una gran actriz. 

Y también mis dos pequeñas Esperanzas, las hermanas Andrea, que con sus siete años estuvo concentrada como ningún día y Cristina Moral, tan guapa y madura, y ambas tan resueltas y simpáticas como yo las concebí en la novela. 


A las cuatro y a Pedro les agradezco su participación sin mayor interés que la amistad.  Igual que al quinteto de viento y percusión que, encabezados por Tere Vilches, interpretaron de forma magistral, según los oyentes, la canción estrella de la novela “Noches de blanco satén” y algunas otras canciones de la novela. Todos ellos hicieron que el acto resultara ameno, sin desperdicio, como me lo han referido muchas de las personas presentes que me han felicitado. Y esa felicitación se la traslado a ellos desde aquí.

Pero todo ello no hubiera sido posible sin mi familia. Mi mujer, mi Jose, mi Rober y mi Carmen han sido el soporte físico y psicológico para que me pudiera poner siquiera a escribir “Del desamparo a la esperanza”, ellos me animaron y me ayudaron a publicarla y ellos son los verdaderos artífices de que el acto fuera brillante desde su preparación a la copa final que compartimos con verdadero placer con nuestros amigos.


Y nada de ello hubiera tenido sentido si no hubierais estado todos y todas los que se ven en las fotos y los que no se aprecian, y aquellos otros que con gran sentimiento no estuvieron presentes pero hubieran querido estar y, de alguna manera, estuvieron en mi mente apoyándome, a todos y todas, a los que abracé y a los que no pude, GRACIAS, porque si el primer gran logro de la novela fue escribirla, llenando tantos ratos de silencio, de sinsabores, de renuncias…, vosotros y vosotras completasteis el segundo gran logro: percibir que hay mucha gente a la que yo aprecio que me corresponde, como me lo demostrasteis con vuestra presencia o vuestro sentimiento y apoyo en la distancia. Gracias por hacer de esa noche otra noche mágica para mí.