Algo sobre mí

       No se les ocurrió a mis padres buscar un nombre distinguible. Me pusieron José, que con el López de mi padre y el Ruiz de mi madre, compone un nombre tan americano él, que mete miedo. Mi madre quería ponerme José Luis, porque su padre se llamaba Luis, pero al final mi padre dijo que con un José Luis que había en el pueblo ya era bastante. Así que me quedé en José. Pero en el mundillo de la educación, en el que me he desenvuelto, y mis allegados de Úbeda me conocen por Pepe López, aunque todavía encuentro a algunos de mis antiguos alumnos del colegio de la Trinidad que no me han apeado de aquel tratamiento, tan respetuoso como el colegio, y me siguen llamando don José. Dejémoslo ahora en Pepe, como para todos mis amigos.
  Nací en Torres de Albanchez que es un pequeño pueblo de la Sierra de Segura, allá por los confines de la provincia de Jaén, junto a La Mancha albaceteña. Antiguamente decían de mi pueblo que había más lagartos que hombres, ahora como nos hemos cargado los lagartos, hay pocas personas, pero más que lagartos. No es que sea un pueblo bonito, bonito, pero visto desde lejos parece una ancha sonrisa de la montaña que le decimos del castillo. Y desde dentro, puede parecer un pueblo vulgar, pero te asomas a cualquier esquina con vistas y semeja que estás en el cielo contemplando un paisaje inmenso, precioso, que yo todavía puedo describir con los ojos cerrados. Esto lo aprecié después, porque de chico lo que más me gustaba era su gente tan cordial, tan campechana, donde todo el mundo hablaba con todo el mundo, como una gran o pequeña familia. Tengo muchos y buenos recuerdos, que algún día escribiré, pero, para este bosquejo de mi vida, baste decir que allí me crié entre olores a pino, a romero y espliego, y también a jamila en su tiempo. Hasta que un día que estaba jugando al fútbol en la plaza de los toros, me llamó mi madre. Recuerdo aquella conversación como si fuera ahora mismo: “Te vas a ir a estudiar a Úbeda”, me dijo mi madre apañándome el pelo y con un gesto entre contenta y preocupada. Y a mí me fastidió que me hubiera sacado de mi partido para aquella tontería, porque yo no me pensaba ir a ningún sitio. Pero me fui. No sabía yo entonces que Úbeda iba a ser mi casa, mi ciudad, que me iba a sentir tan ubetense como cualquiera que hubiera nacido allí, tan ubetense como torreño. Y aunque estuve llorando en aquellos dormitorios inmensos del colegio de los salesianos cada vez que acababa un periodo vacacional durante los primeros tres años, poco a poco se me fue colando la Loma de Úbeda, con sus vistas distintas y mucho más amplias que las de Torres de Albanchez.
        Allí, en los salesianos, compartí aula, pupitres y recreos, durante algunos cursos de bachillerato, con el actual Premio Príncipe de Asturias, Antonio Muñoz Molina, y puedo atestiguar lo que tan bien describe en sus libros sobre aquella etapa. Alguna vez puede que cuente algo más sobre entonces, por ahora solo decir que ahí se perdió el contacto con tan insigne figura, al que tengo en los altares con mi mayor consideración. Como digo, poco a poco fui amando mi otra tierra, de forma que cuando acabé la carrera de Magisterio en la SAFA, me encontraba tan a gusto por los cerros de Úbeda y con mis compañeros y amigos que buscaba ansiosamente quedarme.
       El trabajo y otras cosas me devolvieron a La Sierra durante unos pocos años. Pero estaba escrito que tenía que ser ubetense, y mi mujer se vino a trabajar a Úbeda y aquí nos quedamos. Aquí nacieron mis hijos, aquí hice amigos para toda la vida y aquí se ha desarrollado casi toda mi trayectoria profesional. Que ha sido amplia.
Mi etapa de maestro para mí es inolvidable. En esto he tenido suerte en la vida, porque estaba haciendo lo que me gustaba y me pagaban por ello. Verlos como crecen, como se va formando día a día, tema a tema, ejercicio a ejercicio, una persona responsable, única en cada caso, es algo maravilloso que solo adviertes con el paso del tiempo, porque eso no tienes tiempo de analizarlo cuando estás con ellos.
Ya había hecho mis pinitos en la etapa de estudiante, pero fue en la escuela cuando empecé a escribir. Sin pretensiones de escritor, porque solo se trataba de pequeños autos teatrales que no tenían más objetivo que hacer participar a mis alumnos, pero hasta llegamos a obtener un premio en un certamen de teatro escolar. Luego, alguna frustración y una espinita de aspiraciones tardías me hicieron estudiar Psicopedagogía. Esa etapa fue dura y estresante porque no es fácil repartir el tiempo entre el trabajo, los estudios y mi mujer y mis hijos. Salir de clase, coger el coche a las cinco o las seis para ir a Jaén, asistir a tres clases y media, hacerte con los apuntes de las demás, volver para encontrarte con los chicos ya dormidos o esperando para un beso de buenas noches, robarle tiempo al sueño para estudiar o preparar alguna clase, repartir el fin de semana entre el resto de las cosas a las que no das abasto entre semana, solo lo puedes hacer si tienes a alguien detrás que te asista en esas cosas a las que no llegas. Ese alguien fue mi mujer, inmensa de valor y de sacrificio.
En dos cursos me saqué esa espinita, que por sí sola hubiera merecido la pena porque me ayudó a ser mejor docente, pero tenía que pasar unas oposiciones si quería rentabilizar el sacrificio de esos dos tremendos años. Más sacrificios que dieron su fruto cuando en el verano del 98 conseguí pasar a ser profesor de Secundaria, orientador, un trabajo difícil e incomprendido en aquellos años.  No obstante fueron años intensos y bonitos en los que trabajé en los institutos de Baeza, primeramente, el Santísima Trinidad, el mismo donde enseñó don Antonio Machado, en el que todavía se conserva el aula en la que enseñaba, y después en el IES. Gil de Zático de Torreperogil. De ambos guardo un buen recuerdo porque hice buenas amistades entre mis compañeros. Buena gente, a la que sentí dejar porque accedí, en concurso de méritos, a una plaza de asesor de formación en el Centro del Profesorado de Úbeda. Volvió el estrés durante los dos primeros cursos, no achacable en su totalidad a las condiciones de trabajo, en las que un reducido número de asesores coordinábamos la formación del profesorado de una amplia zona; ya después, fueron más relajados. Pero con un balance positivo unos y otros por la cantidad de personas de valía con las que estableces contacto, incluso entre tus mismos compañeros y compañeras, y por las grandes amistades que obtuve en ese periodo.

Y ahí se me acabó la cuerda, porque vino la enfermedad con mayúsculas a visitarme. Verano del 2006. Los mareos que me asediaban cada vez más insistentemente no eran aprensiones mías, se debían a dos neurinomas en sendos nervios auditivovestibulares. Benignos, pero tumores. Caso raro de solo una incidencia de uno por cada cincuenta mil. Y de esos cincuenta mil, me había tocado a mí. Los pronósticos de las eminencias no eran nada favorables y conté morirme de pena y desesperación.  Tras la operación del primero, perdí mi oído derecho. No obstante quise seguir: mi trabajo era una parte fundamental de mi vida. El otro tumor, no obstante, se empeñaba en seguir creciendo, comprometiendo otros órganos vitales, y mi capacidad auditiva ya era mínima. Y tuve que dejarlo y entregarme en manos de Dios y de los médicos. No se pudo hacer nada…  y el 25 de octubre de 2011, coincidiendo con el cumpleaños de mi hija, como una burla más de quien decida estas cosas, caí en un pozo de silencio y soledad, que entonces consideré peor que la muerte. Perdí mi vida. ¿Para qué quiere uno vivir en estas condiciones?

       Me queda poco por decir, pero seguiré en otro momento.

13 comentarios:

  1. Eso es que me aprecias, como yo a ti. Gracias, Beni, por ser la primera en participar.

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  2. Hola primo! me gustaría felicitarte por tu libro, no dudo que tendrá mucho éxito. Sentimos mucho no haber podido asistir a la presentación, estoy seguro que fue muy emocionante. Espero podamos vernos pronto, te deseo todo lo mejor. Un beso para ti y tu familia.
    Antonio García Ruiz

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    1. Gracias, Antonio. Fue una de las dedicatorias que se me quedó en el tintero. Justificada. Ya tendremos oportunidad. Fue un momento mágico para mí. Ya lo comentaremos.

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  3. D. José, que alegria me ha dado encontrar este blog, lo veo como siempre aunque hace mas de 20 años que fui su alumna, lo veo igual con mas canas, pero igual, me da alegria verlo asi.
    Y siempre para adelante, que usted es único y lo superá todo.
    Para mi siempre será D. José.

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  4. Se me pasó mi nombre es María de Pilar Balboa Obra

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    1. Pues, lo dicho: Gracias, Pilar. Cuando nos veamos me lo recuerdas, porque yo estoy hecho un desastre para unir nombres con caras. Y si luego te gusta el libro también me lo dices. Me hace mucha ilusión tratándose de antiguos alumnos. Un abrazo.

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  5. Hola, Pepe,
    No tengo palabras para traducir lo que me ha parecido tu libro. Te diré que para mí, ha sido bonito ‘por dentro y por fuera’, yo le llamo “EL LIBRO DEL AMOR”.
    No comienza en el prólogo ni en la sinopsis, comienza en tu AMOR y tu VOLUNTAD. ¡¡Un buen LEGADO para todos!! GRACIAS.

    Desde luego, espero leer el siguiente, porque seguro que igualmente, lo caracteriza esa pedagogía de oro.

    A modo de posdata, quiero que sepas que me alegro mucho de haberos conocido, a ti y a tus hijos, que bien mereces y te merecen. Y que ni decir tiene a tu mujer, Mari Carmen, entrañable compañera mía del día a día.

    ¡¡Un beso apretado para todos!! Isabel Millán Sánchez.

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    1. Perdona, Isabel, no sé como se me pudo olvidar responder. Gracias por esas bonitas plabras. Guardo un abrazo para cuando nos veamos.

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  6. Hola don José, no se si se acordará d mi y de mi hermano maría Eugenia y Agustín urbano, los de las patatas! Yo estudie con usted desde sexto hasta octavo y no se imagina la alegría q me ha dado saber de usted. Siento lo de su enfermedad y le entiendo perfectamente puesto q otra enfermedad, el cáncer, ha golpeado a mi familia sin piedad. Pero siempre queda la esperanza esa q solo las personas fuertes son capaces de sentir. Esperamos q se encuentre bien un beso muy fuerte.

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  7. ¡Hombre! María Eugenia y Agustín, claro, ¿cómo no me voy a acordar? Fueron unos cursos muy bonitos y algunos nombres se me han ido pero me acuerdo de las caras de todos mis alumnos, aunque algunos cuesta porque habéis cambiado mucho. Todos hemos cambiado, yo, demasiado, no tengo ni un 10% de la energía de entonces, ya os acordaréis. Siento también vuestros males, aferrémonos a la esperanza como dices. Pues ya ves, M. Eugenia, ha cambiado la enseñanza por la literatura para adaptarme a lo que tengo. Ha sido un buen escape para mí y esa novela que he escrito está gustando mucho. Espero que la leáis algún día y me lo comentéis. Igual que espero que algún día nos veamos y podamos charlar de todo un poco. Siempre me hace ilusión encontrarme con antiguos alumnos que ahora son amigos. Un fuerte abrazo.

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  8. La vida es mucho más que eso!!! Esta vida esta llena de obstáculos, con los cuales tenemos que aprender a vivir. Y como vida solo hay una, y obstáculos muchos.........vivamos la vida y aprendamos de las experiencias de cada uno de los días vividos!!!

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